jueves, 18 de diciembre de 2008

Quemado


“It's awfully considerate of you to think of me here
and I'm much obliged to you for making it clear
that I'm not here”

Syd Barrett


“Cuanta ciudad,
cuanta sed
y tú un hombre solo”

Luis Alberto Spinetta

Un sonido estremece la piel y te envuelve en impresiones sinestésicas. No sabes que es, pero te alegras. Te sientes tan vivo. Una simple palabra encierra múltiples significados. Quieres saltar, quitarte el polo, expresar tantas cosas a la vez. Todo es tan brillante y tan flexible que no lo puedes creer. Bienvenido a tu mente. Solo puedo decirte que has comenzado un viaje maravilloso, pero también peligroso. La soledad es el boleto de entrada a este laberinto infinito.

Te miras al espejo y te reconoces. Conversas contigo un rato sin abrir los labios. Te ríes de la emoción y te abrazas. Nunca pensaste en que ibas a experimentar esto alguna vez. Sales a la calle y sientes que estás en otro mundo. Lo primero que te llama la atención es el cielo. No entiendes que hace arriba tuyo. No entiendes de donde salió. Poco a poco te vas familiarizando con el color, con las nubes y con la forma en conjunto. Lo que más te sorprende es la forma. Te preguntas si es redonda, si tiene límites, o incluso si es una forma. Te sientas y te quedas observándolo hasta el anochecer, maravillado de los cambios que se suceden en tan poco tiempo. Posteriormente te das cuenta que todo el mundo organiza su día, mejor dicho su vida entera, en función a los cambios que ocurren allá arriba.

Algo ha pasado, definitivamente. Los sentimientos se multiplican, las verdades se entrelazan. Las formas, los colores, las texturas se hacen más intensos y los misterios empiezan a develarse poco a poco. Puedes ver cuadros, escuchar música, leer durante horas. Estás asombrado de no cansarte. Es más, disfrutas los instantes, saboreas los segundos. La curiosidad se ha intensificado increíblemente. Todo es maravilloso y todo merece ser descubierto por ti. Estás convencido que hasta las cosas más simples encierran los secretos más extraordinarios. De un momento a otro, animales extraños hacen su aparición. Pavo reales, leopardos, zorrillos, canguros, koalas, osos hormigueros, manatíes, ornitorrincos. Puedes verlos en su hábitat natural, que puede ser la sala de tu casa. Tu imaginación no tiene límites… las figuras no tienen más líneas.

Y así vas ampliando tu horizonte. Es más, todo se torna horizontal. Eres el dueño de tu tiempo y de tu espacio. Es tu casa y es tu reloj. La claridad con la que piensas te sorprende y crees que es momento de distinguir las cosas de todo ese torbellino de sensaciones que llevas dentro. Al comienzo, no puedes definir que es lo que más te gusta porque todo es estimulante. Finalmente, decides que lo que más te llama la atención son las historias. Descubres los libros. Esos pequeños objetos que encierran universos fascinantes que quedarán grabados en tu mente para siempre.

Te sumerges en los intrincados laberintos de Borges, disfrutas de los personajes de Cortázar, te estremecen los oscuros relatos de Poe, te quedas cojudo con la inteligencia del Padre Brown, abrazas la soledad de Nietzsche, te angustia la vida del melancólico Proust, comprendes el absurdo de Kafka, aprendes de los conflictos existenciales de Hesse, te adentras en el mundo subterráneo de Burroughs, recorres las postales barranquinas de Martín Adán, te alegra la inocencia de Luchito Hernández y te desosiega el pesimismo apocalíptico de McCarthy.

La sonoridad de las palabras, la perfección que encerraba cada párrafo. Cada historia era un viaje, una travesía de la que tu mente no tenía control. Son las respuestas a las preguntas que nunca te habías planteado en tu vida. Te sientes iluminado y afortunado. Llegas a una conclusión: tu misión es transmitirle al mundo tu verdad con la misma intensidad con la que estás sintiendo.

Hablas con tus amigos, pero al parecer no le toman mucha importancia a lo que dices. Emocionado, les cuentas acerca de tus revelaciones, la claridad, la iluminación, pero la respuesta que recibes es común, trivial y hasta forzada. Inmediatamente te cambian el tema. No tengo ganas de pensar, te dicen. No comprendes si es que no te diste a entender bien o si no tienen la capacidad de entenderte.

Hablas con tu familia y ellos tampoco parecen comprender que digamos. Tú hablas del poder de las ideas y de las palabras, de sueños, de cambio, de revolución. Ellos te dicen que si bien son ciertas las cosas de las que hablas, los cambios son inviables en el mundo real. Les exiges razones y ellos te responden que es así y que ha sido así desde siempre. Evidentemente, esa respuesta te deja desilusionado e insatisfecho.

Por otro lado, te descubres en un camino que no quieres seguir. Trabajas en un sitio donde te está prohibido hablar acerca de tus sentimientos, de tus revelaciones, de tus inquietudes. La ciudad en la que vives tampoco es muy alentadora. Pareciera que todos organizan su vida al margen de la auténtica búsqueda del conocimiento. La ciudad funciona tan diferente a los libros. En los libros solo tienes que concentrarte y entras. La sociedad te plantea, mejor dicho, te impone reglas, preceptos, principios que se contradicen con lo que piensas. Hay gente que te dice que NO. Hay gente que te dice que estás equivocado. Y todavía gente que ha leído menos que tú, gente que se esfuerza menos que tú o gente que ni siquiera tiene las mismas preocupaciones que tú. Más bien pareciera que sólo cumplen con la pesada obligación de existir. Tienen los ojos cerrados y la boca parchada. No encuentras nada realmente estimulante en el frío cemento, salvo los vagabundos, los locos o los niños que trabajan en la calle, los únicos que realmente están vivos.

No comprendes de donde proviene esa indiferencia y esa negatividad. Llegas a la conclusión de que si alcanzaste este conocimiento por ti mismo y a tu manera, puedes incrementarlo y pulirlo en soledad. La interferencia y el ruido social solo perturban tu armonía. No necesitas del resto para expresarte auténticamente.

Ya no te provoca salir a la calle porque estás seguro que poco o nada encontrarás de interesante. Más bien encontrarás incomprensión, mezquindad e ignorancia, y que eso de nada te servirá. En todo caso si sales, no puede ser a un solo sitio o con una sola persona. Tiene que moverte el piso, impresionarte, colmar tus ambiciosas expectativas. La realidad tiene que superar a la ficción, te repites constantemente, a pesar de que no sientes lo que estás diciendo.

Es tan cierto lo que lees y tan cierto lo que escribes que refuerzas la idea de que la mayoría de la gente está totalmente equivocada. Cada vez que hablas con ellos reafirmas tu convicción de que siguen en el mismo camino rutinario. Solo piensan en trabajo y dinero. Te alucinas Kafka al alejarte de esa vida absurda e insignificante. El único que tiene las respuestas porque las busca incesantemente, eres tú. Sentirte en el camino correcto te da fuerzas y te impulsa seguir adelante. Cada día es distinto al otro. Cada día trae una verdad nueva y piensas que no hay nada mejor que eso.

Sin embargo, hay días grises y un poco tristes. Te dices que es parte de la soledad. Todos los hombres que realmente trascendieron pasaron por esa etapa en su vida. Hay experiencias que efectivamente son dolorosas y que preferiríamos evitar, pero es parte de la vida. La vida no es fácil, te dices. ¿pero realmente la estás viviendo?, te preguntas un buen día. Pues si, efectivamente has tenido amigos. Efectivamente, te has divertido. Efectivamente, te has enamorado. Efectivamente, tienes una profesión. Efectivamente, has explorado en ti. Pero, alguna vez ¿has contrastado tu verdad con la de otros? Alguna vez has escuchado realmente a alguien? Te ha hecho pensar que podrías estar equivocado o al menos algunas de las cosas en las que piensas podrían formularse de otro modo?

Pensaba que esas eran las dudas de una persona débil e insegura. Uno tiene que aprender a sobrellevar su soledad, como decía Nietzsche. Aunque Nietzsche murió solo y loco, sin acordarse de nada de lo que escribió. Además, es un personaje de otra época. Sin embargo, los tiempos pueden cambiar, pero la esencia de los hombres se mantiene, o no?

No sé en qué momento el mundo se volvió incomprensible. Mis amigos me hablaban de dinero, de trabajo, de sexo por sexo; y yo no entendía nada. Yo quería saber de idealismo, de romanticismo, de sueños que se vuelven realidad. Por otro lado, la vulgaridad y la ignorancia me sacaban de quicio. Algunos me decían que no debía ser tan literal, que no debía tomarme las cosas en serio y que debía flexibilizar mis ideas. Para mi eso era cobardía, mediocridad e hipocresía. No podía traicionarme a mí mismo. El verdadero hombre es quien crea sus propias experiencias y se las impone al mundo. Eso era lo que quería y si el resto no entendía eso, pues que se jodan.

Cada día era más irritante que el otro. Me dolía la cabeza. Me ardía el estómago. No podía pensar, ni escribir bien. Lo poco que hacía, lo hacía con desgano. Los libros no me decían nada y la música sonaba igual que siempre. Solo me provocaba echarme en la cama y "reflexionar". La luz parecía extinguirse. ¿Qué me estaba pasando? ¿Qué me estaba faltando? No sabía que proyectaba o si estaba proyectando algo. Cada vez que conversaba con otra persona era insoportable. No podía aguantar más de cinco minutos sin cuestionar la situación y a quien estaba al frente. La desconexión era total. Las mujeres, los amigos, la familia, el trabajo, el mundo entero me eran desesperantemente ajenos. Todo lo que pensaba no tenía relación con la situación que estaba viviendo y sentía que ya no tenía nada que decir. Tenía miedo. Desconocía cada día más.

Añoraba los tiempos en que vivía despreocupado. Sin cuestionar al mundo, en el que tenía una relación natural con éste. Extrañaba a mis amigos. Extrañaba el cariño de mis viejos. Sentía nostalgia por los antiguos amores. Me lamentaba por las oportunidades perdidas. Me di cuenta de que eran más de las que yo pensaba, incluso más que los libros que había leído hasta entonces.

Un día miré en el espejo y me asusté. Vi un flaco despeinado, angustiado y de mirada apagada. ¡Qué figura más desprolija! Tenía puesta mi ropa, que estaba más gastada de lo que recordaba. Parecía que quería hablar, le di permiso y empezó con las preguntas: ¿Qué es ser auténtico? ¿Promocionarse es venderse? ¿Es lícito venderse? ¿Puedo pasar encima del resto para lograr lo que quiero? ¿Debo hacerlo? ¿Debo moverme? ¿Debo hablar? ¿Debo matar? ¿Me estaré contradiciendo? ¿Por qué me miran así? ¿Acaso lo que estoy diciendo no está claro? ¿Por qué esto ya no me gusta? ¿Cambié yo o cambió el resto? ¿Dónde está el bien? ¿Dónde está el mal? ¿Quién tiene la culpa? ¿Donde está la trascendencia? ¿Pero si él fue bueno porqué le fue tan mal? ¿Donde está Dios? ¿Donde está la verdad? ¿Qué le pasó a la revolución? ¿Por qué ya nadie quiere cambiar el mundo? En qué piensan los jóvenes? ¿Qué es izquierda? ¿Qué es derecha? ¿Por qué no reaccionan? ¿Donde está la paz? ¿Dónde está la armonía? ¿Estaré perdiendo mi tiempo? ¿Me habré equivocado? ¿De los errores se aprende? ¿Por qué no soy realista? Pero la realidad no es también una idea? ¿O un sueño? Si escribo entendería mejor mis rollos? ¿Cambiaría algo? ¿Seré un buen profesional? ¿Qué es ser un buen profesional? ¿Necesitaré dinero? ¿El dinero es necesario? ¿Qué es el dinero? ¿Estoy seguro que esto es lo que quiero? ¿Dónde estoy? ¿Cuánto tiempo pasó? ¿Qué me perdí? ¿Quiénes son estos? ¿Me estaré esforzando lo suficiente? ¿Cuáles son mis límites? Tendré tiempo de responder todas estas preguntas? Al menos habré contestado alguna? Preguntarme tantas cosas me llevará a algo? ¿Cómo existe gente que vive sin cuestionarse nada? ¿Mis preguntas serán tontas? ¿Por qué no actúo de una vez? Y si actúo, dejaré de reflexionar? Me dejaré llevar y terminaré en un sitio que no quiero estar? ¿Dónde quiero estar? ¿Lo sabré algún día? Y si lo supiera sería exitoso? ¿Qué es el éxito? ¿Lo quiero? ¿Lo quiere ella? ¿Seré inseguro? ¿Seré débil? ¿Seré indiferente? ¿Seré sincero? ¿Estoy volando o estoy estancado? ¿Estaré loco o me estoy haciendo el imbécil? ¿Se me acabaron las excusas?

Estaba solo y confundido. Tanta claridad, tanto tiempo invertido en mi, tanta información acumulada, pero ninguna certeza. Como dije antes, encontré respuestas a preguntas que no me había planteado. Ese fue el error, si realmente fue un error. Tampoco sé si mi mente jugó conmigo o si yo jugué con ella. Y es que tengo muchos espacios en blanco. Aprender a pensar y afrontar mi presente podrían ayudarme a salir adelante, aunque tampoco estaba seguro de ello. De lo único que estaba seguro era que quien sentía y quien escribía (no importaba cómo y sobre qué) era YO. Y eso, fue más que suficiente.

martes, 2 de diciembre de 2008

Carta al Maestro


Hola flaco, ¿cómo andas? Me dicen que estás recuperándote poco a poco y que, según palabras tuyas, nunca te portaste tan bien en tu vida. No sabes cuánto me alegra escuchar eso. Me alegra que estés componiendo, que estés tocando, que estés tranquilo.

Sabes que escuché todos tus discos. Desde “Vida” hasta “Kill Gil” y todos son obras maestras. Todos destilan genialidad. En todos se nota una pasión por la música y una conexión contigo mismo desconcertante. Es lo que más me impresiona de ti. Para entenderte no necesitas conocer la historia argentina, ni tu biografía porque todo lo que sentías en el momento está plasmado de la manera más sincera en cada una de tus canciones. Canciones mágicas que me dejaron insomne, que cambiaron mi vida. Me hablaste de los dinosaurios, del aprendizaje, del idealismo, de la injusticia, de la guerra, del amor, de la soledad, de las mujeres, de la tristeza, de la ciudad, de la amistad, del cine, del paso del tiempo, del narcisismo y de los excesos. Y lo dijiste de tantas maneras. A través del folk-rock, a través del rock progresivo, del rock sinfónico, del rock psicodélico, del rock-pop, del rock duro. Siempre te tiraste a la pileta y lo experimentaste todo. ¿¿¿Qué te puedo decir??? Eras el artista completo, el más original y el más intenso de todos.

Poco a poco te volviste un ícono, un símbolo. Todo por ser el PRIMERO. Concitaste la atención de desconocidos y empezaste a rodearte de gente que no era la tuya. Empezaste a cargar con problemas que no eran tuyos. Empezaste a adquirir costumbres que te alejaron de ti. Los excesos no se detenían y llegaste un punto en que volcaste toda tu intensidad contra ti mismo. La verdad es que no sé como aguantaste tanto tiempo así, pero creo que puedo darte una idea. Fue la música lo que te mantuvo vivo. Ese arte maravilloso que derriba barreras. El arte que toda persona disfruta. El arte universal. Y fue tu talento, esa marca indeleble que llevas desde que naciste lo que te impulsó a seguir tocando, a seguir creando a pesar que tu cuerpo y tu mente no podían más.

Recuerdo cuando leí el reportaje que te hicieron en marzo de este año: http://www.rollingstone.com.ar/nota.asp?nota_id=1020573. Terminé de leerlo y me puse a llorar. Era la crónica gris de la desesperanza total del genio. Era Nietzche... era Van Gogh en pleno siglo XXI. No lo podía creer. Habías llevado al extremo tu cuerpo y tu mente; y sin embargo hablabas con tanta claridad acerca del presente. Estaba indignado. Como un ser tan maravilloso se había aislado tanto del mundo. Como a una persona así podía estar tan sola, como podías estar tan triste, tan desesperado. Alguien tenía que hacer algo. Al final, tú lo hiciste. Y sé que fue difícil. Más fácil para ti sería morirte y que te recuerden como mártir. Que recuerden tu pasado glorioso que ningún escándalo pudo borrar. Sin embargo, eres un luchador. Contra los que todos creían demostraste que creías en vivir. Que la vida está por sobre todas las cosas y que uno no puede renunciar a ella. Que uno debe luchar por ella. Que uno puede enfrentarse a los demonios (sobre todo los internos) y que puede vencerlos.

La vida es un misterio, Charly. Como dijiste alguna vez “no existe una escuela que enseñe a vivir”. Es cierto, por más que uno se esfuerce nunca podrá encontrar una verdad permanente y absoluta. Recuerda que el tiempo y las personas cambian, pero que las experiencias nunca se agotan. Y la mejor manera de aprovecharlas es asumirlas como propias. Creo que estás en ese proceso y espero que sigas por ese camino. No pienses en los discos, ni en los conciertos, ni en el futuro. Tranquilo nomás flaco, que poco a poco irás encontrándote contigo. Disfruta de tu paz y tu felicidad. Solo puedo desearte eso. Un abrazo,

Rodolfo.

P.D. Acabo de ver una foto tuya tocando con la gente que te acompañó a fines de los ‘80s y comienzos de los ‘90s (García López, Samalea, Quinteiro), pareciera que quieren juntarse de vuelta. También sé que estás tocando con Pedro, con Nito y con León, compañeros de ruta en diferentes momentos de tu vida. Me da gusto eso. Que estés recuperando a tus verdaderos amigos y de la mejor manera posible. A través de la música. Eso demuestra que la música y en general el arte están por encima del dinero, las drogas y la fama. Ahora no se dan cuenta, pero están dando una lección de idealismo en una época que realmente lo necesita. Una vez más, gracias maestro.